Necesitamos entender que todo lo que nos rodea no está hecho solo de materia. Cada objeto (imagen) que nos rodea tiene una carga simbólica, tanto para quien lo produce como para quien lo utiliza. Emanuele Coccia decía que “el amor por los objetos no es pecado, debilidad o consumismo”, como la sociedad occidental nos ha hecho entender hasta hoy. Los objetos pueden ser vehículos que conecten el pasado con el futuro, que nos ayuden a comprender el presente o simplemente tenerlos como refugio.
La religión, la cultura, la sociedad, nos han enseñado que venerar los objetos es lo mismo que honrar lo fútil y la acumulación, que es [casi] siempre innecesaria. Sin embargo, el hombre siempre ha amado las "cosas" y se ha comunicado a través de ellas: desde el nacimiento hasta la muerte, el hombre ha dado a los objetos el estatus de sagrados.
Las cosas son estímulos de la memoria y somos “ante todo definidos por las cosas que usamos, imaginamos y deseamos. Pero todavía hay una vergüenza milenaria e inexplicable que nos toma por sorpresa cada vez que tratamos de confesar nuestro amor por las cosas”. (Emanuele Coccia en Lo bueno de las cosas)
Las cosas que nos rodean son manifestaciones de nuestro mundo interior, nuestros deseos, miedos, inseguridades. No solo guardamos secretos, guardamos medicamentos. No solo medicinas en sentido literal, medicinas que hablen de nuestras necesidades, que hablen de nosotros a los demás sin parecer una confesión. Los objetos que más honramos funcionan como pequeños fósiles portadores de narraciones llenas de sentimientos: dolor, alegría, tristeza. Estamos contribuyendo a la construcción de una nueva organización social, donde las personas hablen más a través de imágenes y menos a través de palabras. El lenguaje contemporáneo es el del icono, del sonido. Decir hoy que, en las modernas sociedades globalizadas, la imagen sea más fuerte que las palabras, no es ciencia ficción. El minimalismo contemporáneo va de la mano de los objetos pequeños y afectivos y, junto con ellos, de nuestras inseguridades y angustias de una sociedad apremiante, apurada y angustiada.
Para este ensayo, se fotografiaron 14 cajones y los objetos que contenían, en Recife - Pernambuco - Brasil, entre enero y febrero de 2022. Algunos son de la misma habitación, pero de diferentes personas. Los nombres de las personas han sido cambiados.

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